26/5/10

Bamboocha: Juego de seducción


(Por Ismael La Rosa)

Luego de un cansador partido de fútbol, la sensación de una garganta áspera presionó a Juan a beber algo que saciara su sentido. Apagar su sed se convirtió en prioridad y la despensa del establecimiento en su meta.

Lejos de lo esperado, encontró en aquel kiosko un laberinto de sabores, donde su decisión lo diría todo. Allí estaba, impuesto en la subjetividad de lo comercial y la inconciencia de la necesidad. Y olvidándose de la causa por la que llegó, se puso a la búsqueda de gustos: “éste no, es muy dulce…y este tampoco, no me gusta la pera. Uhyyy aquel…no,no,pura publicidad”.

En medio de la desesperación que su sed inventaba, todo sentido se desmoronó al verla; desaparecieron los titubeos y las dudas. Generalmente el hombre disimula al encontrar a quien busca, este no fue el caso. Allí estaba ella, detrás de la vidriera. Con su figura angelical mostraba, con orgullo, la perfección su femineidad. El color rojizo de su piel distraía a hombres y mujeres. Aquello que sentía era más que sólo atracción física y, en ese desorden de sentidos, no entendía qué.

Vestida a la perfección, su boca rizó los bellos en las extremidades de Juan, y una gota de transpiración, que deslizó desde el cuello hasta la cintura, activó sus mas bajos instintos.

“Es ella, sin duda alguna, sé que es ella. Sólo al verla me promete un futuro de felicidad. Con esa dama quiero estar, quiero que sea de mi carne. De cualquier modo tiene que ser mía. Pero llegar será difícil. Seguro que todos la desean. No me importa, será mía.” La mente de Juan oscilaba constantemente, pensamientos positivos eran revertidos por negativos, y viceversa.

Al fin se decidió. Qué costo, qué impedimento tendría o Cuánto perderá, no importó. Se afirmó y tomo la iniciativa, fue confiado en sí, la sujetó por la cintura, sin resistencia alguna, y rozó con su boca sus labios diciendo suavemente y en un susurro: “Sólo te deseo”. Su atrevimiento no encontró respuesta alguna.

Cambió la estrategia del juego y acarició finamente su cintura. Con su lengua mojó sus labios y la inclino hasta apreciar la humedad de su boca. Continuó y, así, lo logró.Llena, con su hermosura, se entregó hasta quedar vacía.

- Señorita ¿qué le debo por la “Fanta, naranja-mandarina”?

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