10/7/10

(Capitulo2) La venganza de las silenciadas muertes de género

Recordó aquella charla que tuvo con su padre. Recordó que le dio todas las balas del revolver, excepto una, que la guardó por desobediencia o por orgullo. No recordó los concejos recibidos.
No soportaba la idea de convivir con una mujer que conoció otros hombre antes que a él. Tenía la imagen de la esposa ideal cuando aquel fatídico viernes, como quien suelta palabras de gracia, reveló no haber llegado virgen al matrimonio.
El martes 26, a las 13, sonó el teléfono. Ella se bañaba y vio la sombra detrás de la cortina. En el silencio oyó el latir de su corazón.
Otra vez el teléfono y seguido, un disparo, y cayó, cayó envuelta en la cortina de nylon con una bala en el pecho y luego, una puñalada en el estomago, aseguró su muerte.
Él permaneció con el arma en la mano. Una paz distante y una triste sonrisa en el rostro lo acompañaban en la solitaria escena, junto a la mujer que alguna vez amó.
El agua de la ducha corriendo entre las formas creadas por el nylon, manchó de rojo la rejilla y salpicó el facón clavado en el cuerpo.
Carnicero de su crimen quiso ser y esconder las evidencias en los vientres de desnutridos animales callejeros. Tomó medidas al cuerpo y al horno y sacó los cálculos.
Al quitar el cuchillo del estomago salieron de la herida miles de cucarachas que cubrieron el cuerpo y, en un acto reflejo, retrocedió y cayó en la bañera mientras veía cómo el cadáver, revestido de insectos, se erguía y avanzaba sobre él.
Otra vez el teléfono sonaba, el agua de la ducha corría y la rejilla, otra vez, se teñía de rojo.

1 Comentarios:

Anónimo dijo...

ME GUSTO... AHORA
TE TOCA LEERMELO!! JE..

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